lunes, 28 de mayo de 2007

Víctor Botas

Bendita sea la madre que te parió. Benditos
tus ojos, expertos en la busca. Y tus manos
morenas. Y tu pelo de Estigia,
largo como las noches de los viejos. Benditas
tus caderas, regias y jubilosas,
ceñidas de inquietud.

Bendita toda tú.
Porque te vi pasar, y temblé como rama en la tormenta.
Porque te vi reír, y llore (emocionado) igual que un crío.
Porque gracias a ti me olvide por completo
de estas tercas, furiosas almorranas.

Víctor Botas es uno de mis poetas favoritos. Este poema pertenece a su libro Aguas mayores y menores, donde el poeta, romántico de clase media, nos muestra sus obsesiones: las puyas del deslenguado Marcial, las retorcidos fraseos de un Borges al que plagia con descaro y convicción, y lo mejora; el prólogo dedicado a Alfonso Guerra, en el que se pitorrea de Quevedo (y de Alfonso Guerra); su ironía culturalista, capaz de mostrarnos a un hombre que desprecia el oropel de la vida contemporánea y se burla de aquellos que no lo hacen. Lo vemos en la sátira No ser en modo alguno, cuando dice:

Qué bueno
no ser en modo alguno
imprescindible
como lo son tantísimos
Sin duda
ha de ser agobiante ese saberse
necesario
como el insomne dios de los teológos.

El requiebro humorístico también encuentra su momento. Lo vemos, por ejemplo, en In fraganti:

Al fondo del jardín
bajo las flores blancas del magnolio
estival
en cuclillas recuerdo
la sorprendí orinando

Se tapó como pudo (pero no
del todo, por si acaso)
y se puso a empujar gimoteando
para acabar primero
Tenía enormes pechos y mirada chiquita

Justo
al contrario de como a mí me gustan

Fue una pena.

Víctor Botas fue un poeta tremendo, pero no fue en modo alguno un poeta profesional. La mayor parte de su vida trabajó como abogado. Alguna vez se quejó de su situación, nos cuenta el poeta y crítico José Luis García Martín, su amigo en la tertulia del café Oliver. Han pasado casi quince años desde la muerte de este hombre que se disfrazaba de hombre común, como Joubert, y sabía recrear, solemne, algunos de los mejores poemas de todos los tiempos: de John Donne pasando por Jorge de Sena. Leerlo nos cura de la mala retórica, de los malos poetas y de nosotros mismos, los peores de todos. La editorial Llibros del Pexe ha editado su poesía completa. Echenla un vistazo. Si gustan.

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