Si Ralph Waldo Emerson, por una buena conversación, era capaz de andar cien kilómetros en medio de un temporal de nieve; si el califa sufí Alí ben Alí pudo decir: “Una conversación sutil… ¡Ah! Eso sí es el paraíso verdadero”, nada más puede añadir quien escribe estas líneas, tras su interregno malagueño pues vuelvo espídico, casi cortocircuitado y con unas ganas de hablar terriblemente obscenas.
Ayer cerré Er Güishi y Cuáquero, con sus silencios bergmanianos, tuvo que soportar mis supuraciones mentales de recién llegado.
No podía dormir. Así que marché al Travelling, solo. Poco antes de llegar me cruce con Farouk. Cruzamos palabras rápidas, furtivas, antes de que un coche patrulla se detuviera a nuestro lado.
- Buenas noches. Identificación.
¡Gasp! No tengo identificación.
Al ver que soy nacional, los policías obvian el delicado trámite. No así con Farouk, que entrega su carné con verdadero temple diplomático.
Salvado por el racismo, pienso.
Farouk es un egipcio grande y elegante que se comporta como si llevara bien sujetas las riendas de su vida. No se alarma por la grave distinción que se acaba de producir.
Se ciernen elecciones y Espe jode lo que somos.
Ayer cerré Er Güishi y Cuáquero, con sus silencios bergmanianos, tuvo que soportar mis supuraciones mentales de recién llegado.
No podía dormir. Así que marché al Travelling, solo. Poco antes de llegar me cruce con Farouk. Cruzamos palabras rápidas, furtivas, antes de que un coche patrulla se detuviera a nuestro lado.
- Buenas noches. Identificación.
¡Gasp! No tengo identificación.
Al ver que soy nacional, los policías obvian el delicado trámite. No así con Farouk, que entrega su carné con verdadero temple diplomático.
Salvado por el racismo, pienso.
Farouk es un egipcio grande y elegante que se comporta como si llevara bien sujetas las riendas de su vida. No se alarma por la grave distinción que se acaba de producir.
Se ciernen elecciones y Espe jode lo que somos.
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