Bajo a Er Güishi nada más abrir. Mientras me tomo mi primer café, comparece Cuáquero, con su pelo anillado, su andares parsimoniosos y su cara de buen tipo. No habla mucho. Al contrario, es de los que te escuchan de verdad y se quedan pensando un buen rato sobre la última tontería que a uno se le ha ocurrido. Toca la tuba, que es el elefante de la orquesta, aunque no esté en mi ánimo sugerir que se comporte como un paquidermo. Los lisiados, desde el punto de vista musical, ignoramos la gran verdad de los músicos, y solemos aliviar nuestra incapacidad verbalizando todo aquello que prescinda de sujeto y predicado.
jueves, 3 de mayo de 2007
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