martes, 26 de junio de 2007

Que no pase nada


Madrid se sitúa en la cuenca del Tajo, sobre lomas y vaguadas que atraviesan numerosos arroyos. Madrid tiene un río sucio y mediopensionista que ha sido ridiculizado en innumerables coplas. ¡Alto ahí, don Miguel!, le dijo Lorca a Unamuno, que solía pasear por su ribera durante sus estancias en Madrid. Y riendo, añadió: que Lope en Santiago el verde dijo una cosa estupenda.

Unamuno quedó clavado en su sitio, tal vez azorado por aquel duelo de erudición con el que le desafiaba el poeta granadino, quien intuye que el viejo rector es incapaz de resolver el desafío. Tal vez hubo un silencio –nada se sabe de esto-, un silencio que ascendió aquella mañana al cielo azul y velazqueño de 1932. Lorca, con su proverbial astucia, por fin recitó:

Manzanares claro,
Río pequeño,
Por faltarle el agua
Corre con fuego

Unamuno quedaría impresionado, tomaría nota en su libreta y, pocos días más tarde, en el diario El Sol, publicaría Orillas del Manzanares, donde consigna la copla que le recitara Lorca.

Madrid tiene un río burlado por la maledicencia popular, un río que no se atreve a serlo del todo, pero al que no le falta ese carácter que el romanticismo popular suele atribuir a los perdedores. Madrid es una suma de errores, podríamos decir, que empiezan desde que, en 1561, comenzara a presumir de capital del reino. Desde entonces Madrid planteó su crecimiento en altura, porque Madrid estaba limitada por una cerca que mandó construir Felipe IV en 1625 y no se derribó hasta bien entrado el siglo XIX. Sus habitantes, sin saberlo, hicieron famoso aquello de Madrid al cielo.

Cuando se planteó el Ensanche, conocido por Plan Castro, no se resolvió el problema. Se dividió la ciudad en casco, ensanche y extrarradio. El ensanche comprendía el espacio situado entre las calles de Alberto Aguilera, Carranza, Sagasta y Génova, paseos de Recoletos y Prado y las rondas de Atocha, Valencia, Toledo y Segovia, hasta las nuevas rondas, con sus puentes (Reina Victoria, Raimundo Fernández Villaverde, Joaquín Costa, Francisco Silvela, Doctor Esquerdo y Pedro Bosch). El error de Castro fue ordenar el crecimiento en extensión con un foso. Su proyecto incluía también la creación de ocho nuevos barrios, de los cuales sólo se cumplieron tres: Argüelles, Pacífico y Salamanca.

En el barrio de Salamanca creció Alex Kidd, hombre disperso y discutible al que se le ha reprochado la falta de cumplimiento en este blog. Entretanto, los munícipes la siguen cagando. Y yo me digo: Qué pasaría si en Madrid realmente nunca pasara nada.

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